Cicerón/2

Author: Juan Nadie / Etiquetas:

[...] A un hombre de espíritu no le puede suceder nada más ventajoso que el que se le excluya de la vida pública, política. Ésta arroja al pensador, al artista, fuera de su indigna órbita, una de esas que sólo se pueden dominar recurriendo a la brutalidad o a la hipocresía, y lo reintegra a la suya propia, interior, intangible e imperecedera. Cualquier forma de exilio se convierte para un hombre de espíritu en un estímulo para el recogimiento interior. Y a Cicerón ese bendito infortunio le sobreviene en el mejor momento, en el más propicio. El gran dialéctico se acerca, paso a paso, a la vejez tras una vida que, entre tumultos y tensiones, le ha dejado poco tiempo para la síntesis creadora. ¡Cuánto y cuánta contradicción ha tenido que presenciar el sexagenario en el limitado espacio de su vida! Abriéndose camino y haciendo prevalecer su opinión gracias a la tenacidad, a la capacidad de maniobra y a su superioridad espiritual, este homus novus o advenedizo ha alcanzado todos los puestos y dignidades públicos, hasta entonces fuera del alcance de un hombre de provincias por estar celosamente reservados a la camarilla de la nobleza hereditaria. Ha experimentado lo más alto y lo más bajo de los favores públicos. Tras la caída de Catilina, ha subido triunfalmente los escalones del Capitolio, siendo coronado por el pueblo y honrado por el senado con el glorioso título de pater patriae, padre de la patria.
Y por otro lado, de la noche a la mañana, ha tenido que huir al destierro condenado por ese mismo senado y abandonado por ese mismo pueblo. No ha habido cargo en el que no se mostrara eficaz, ni rango que no alcanzara gracias a su infatigable laboriosidad. Se ha encargado de dirigir procesos en el foro. Como soldado, ha estado al mando de legiones en el campo de batalla. Como cónsul, ha administrado la república. Como procónsul, provincias enteras. Millones de sestercios han pasado por sus manos, convirtiéndose en deudas. Ha poseído la vivienda más hermosa del Palatino y la ha visto en ruinas, quemada y devastada por sus enemigos. Ha escrito tratados memorables y pronunciado discursos que han creado escuela. Ha criado hijos y los ha perdido. Ha sido valiente y débil, voluntarioso y de nuevo esclavo del elogio, muy admirado y muy odiado, un carácter inconstante, pleno de fragilidad y de esplendor. En resumen, la personalidad más atractiva y más provocadora de su tiempo, porque irremediablemente se involucró en todos los acontecimientos de esos cuarenta pletóricos años que abarcan desde Mario hasta César. Cicerón vivió y sufrió la historia de su época, la historia universal, como un testigo sin par. Sólo que no tuvo tiempo para una cosa, la más importante: para echar un vistazo a su propia vida. Jamás este hombre incansable encontró la ocasión para meditar tranquilamente y recopilar su saber, su pensamiento.
      Por fin, gracias al golpe de Estado de César, que le aparta de la res publica, de los asuntos de Estado, se le brinda la oportunidad de cuidar de modo productivo de la res privata, de los asuntos particulares, lo más importante del mundo. Resignado, Cicerón abandona el foro, el senado y el imperio a la dictadura de Julio César. Una aversión hacia todo lo público empieza a apoderarse de él. Que otros defiendan los derechos del pueblo, al que las luchas de gladiadores y los juegos le importan más que su propia libertad. Para él ya sólo cuenta una cosa: buscar, encontrar y configurar la suya propia, la libertad interior. Así, Marco Tulio Cicerón, por primera vez en sesenta años, vuelve la mirada a sí mismo, reflexionando tranquilamente, con la intención de demostrar al mundo para qué ha actuado y para qué ha vivido. [...]
Taducción de Berta Vias Mahou

STEFAN ZWEIG

Continuará...

7 comentarios:

marian dijo...

Como cantaba Silvio Rodríguez, lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida.

También se puede practicar la autoexclusión, no sirve cuando hay peligro de que a alguien lo puedan echar, sino la no participación en una indigna órbita.
Yo sé de personas que se han autoexcluido de la vida política, teniendo un futuro "prometedor" en ella.

Sirgatopardo dijo...

Es la autoexclusión más admirable, la de las masas políticas .

Sirgatopardo dijo...

¡Viva los hombres de espíritu! (mujeres incluídas) ¡Abajo los hombres de política (mujeres nuevamente incluídas)

Anónimo dijo...

Veamos la siguiente entrada, Juan. Comienza lo que más me suele interesar en cualquier persona: su vida personal, su evolución, su propia mirada sobre sí mismo. Y al final.

Me gusta tu serie. Gracias.

Juan Nadie dijo...

La verdad es que merece la pena leer el texto hasta el final. "Solo" quedan ocho capítulos y una "addenda".

Unknown dijo...

Todo el blog está muy bien, se aprende mucho.
En este capítulo en concreto he aprendido, que cuando se excluyen de la vida pública a los sabios, los que quedan son los que nos vienen gobernando los últimos dos mil años.

Juan Nadie dijo...

O algo parecido.