Cuando Carlos de Habsburgo llegó a España para hacerse cargo de la corona española con el título de Carlos I, tenía 16 años. Había nacido en Gante el 24 de febrero de 1500, y llegaba a España en septiembre de 1517, al año siguiente de la muerte de su abuelo Fernando el Católico. Eran momentos complicados, con su madre, la reina Juana de Castilla (Juana La Loca), recluida en Tordesillas (Valladolid), y regentando el reino, por expreso deseo de la fallecida Isabel la Católica, el cardenal primado y arzobispo de Toledo Ximénez de Cisneros, franciscano fanático y austero, que fallecería poco tiempo después.
El desembarco en Asturias fue un poco producto del azar, ya que en principio la flota real, que había partido del puerto de Flessing el 7 de setiembre, tenía como meta un puerto vizcaíno, aunque se barajaba también el puerto de Santander. Otros dicen que se le esperaba en Laredo. Sin embargo, debido a una galerna, no tuvo más remedio que anclar frente a Tazones y tomar tierra en Villaviciosa, donde en un primer momento se tomó a los recién llegados por corsarios o piratas y se llamó a rebato. Todo se aclaró al avistar en el bajel que llevaba al Rey el escudo de Castilla.
El Rey y su séquito siguieron camino por tierra y llegaron a Reinosa a través del Valle del Saja a mediados de octubre. El Rey llegaba enfermo y tuvo que posar en Reinosa alrededor de una semana. Así lo cuenta Laurent Vital, ayuda de cámara de Carlos I y Cronista Oficial, en su Relación del primer viaje de Carlos I:
El desembarco en Asturias fue un poco producto del azar, ya que en principio la flota real, que había partido del puerto de Flessing el 7 de setiembre, tenía como meta un puerto vizcaíno, aunque se barajaba también el puerto de Santander. Otros dicen que se le esperaba en Laredo. Sin embargo, debido a una galerna, no tuvo más remedio que anclar frente a Tazones y tomar tierra en Villaviciosa, donde en un primer momento se tomó a los recién llegados por corsarios o piratas y se llamó a rebato. Todo se aclaró al avistar en el bajel que llevaba al Rey el escudo de Castilla.
El Rey y su séquito siguieron camino por tierra y llegaron a Reinosa a través del Valle del Saja a mediados de octubre. El Rey llegaba enfermo y tuvo que posar en Reinosa alrededor de una semana. Así lo cuenta Laurent Vital, ayuda de cámara de Carlos I y Cronista Oficial, en su Relación del primer viaje de Carlos I:
DE CÓMO EL REY PARTIÓ DEL LUGAR DE LOS TOJOS
El 15 del mes, el Rey partió de aquella alta montaña y hacía un tiempo frío, feo y desapacible, a causa de que llovía, nevaba y venteaba demasiado. A causa del mal tiempo, tuvimos dos leguas de mal camino, país pedregoso, fangoso y montañoso, y para los caballos muy penoso de pasar a causa de que estaban a menudo en peligro de desherrarse; pero el resto del camino era muy buen terreno. Sabiendo don Juan Sauvage, por el señor canciller, la llegada del Rey hacia Reinosa, como desde Milderburgo no le había visto, pues él había ido a Castilla por tierra, partió de Reinosa par ir a hacerle la reverencia y saludarle, y llegó a encontrarle a una buena legua cerca de esa villa, yendo a saludarle, cuando el Rey acababa de subir a caballo después de haber comido. De la llegada de don Juan Sauvage el Rey y la nobleza quedaron muy contentos. Después de haber saludado al Rey, a su señora hermana y a los grandes dignatarios, el Rey le mandó ir junto a él, para oír las nuevas y aventuras por tierra que contaba de su viaje, y don Juan Sauvage entretuvo al Rey sobre esta materia hasta llegar al dicho lugar de Reinosa, a saber: cerca de un cuarto de legua. Se alojó el Rey en la casa de un anciano caballero nacido y descendiente de marranos (judíos); y doña Leonor, su hermana, se alojó enfrente, en casa de parecido origen, y la mayoría de los señores, grandes dignatarios y nobles, se alojaron en Reinosa.
En este lugar permaneció el Rey siete u ocho días, durante cuyo tiempo se curó tan bien que, cuando partió, estaba rehecho del todo. El huésped y la huéspeda de Su Alteza y la hija mayor llevaban el hábito de San Francisco, aunque estaban casados; y habían mandado edificar cerca de su casa un monasterio en honor de Dios y del señor San Francisco, estando entonces casi acabada la iglesia; pero, como nada se había aún empezado en la casa de los frailes los franciscanos de paso iban diariamente a alojarse, beber y comer a la casa del fundador de este convento. Su hija casada, iba vestida de pardo; era una hermosa mujercita de veinte años o alrededor y se había casado con un joven noble. Nuestro Santo Padre el Papa les había dado dispensa para poder acostarse tres veces a la semana con sus mujeres, como lo oí contar. Si tal dispensa era agradable a la madre, con mucha más razón tenía que serlo a la hija. Cierto, cuando a primera vista, la vi en ese hábito franciscano, con un cordón negro en el cuello, de donde pendía una crucecita de oro guarnecida de piedras preciosas, con su correa de franciscana, me causó mucho asombro, a causa de que me parecía que estaba muy encinta. Dios le envíe felicidad y a todas las que están en tal estado, con potencia y voluntad de hacer uno o dos todos los años, para llenar los santos sitios del paraíso.
En aquel lugar murió uno de los servidores de doña Leonor, llamado Jesús de Pissepot, el cual fue enterrado en una devota capilla ante la casa del Rey.
DE CÓMO EL REY FUE HONROSAMENTE RECIBIDO EN AGUILAR
El 24 de octubre de 1517, el Rey partió de Reinosa con su señora hermana y toda la nobleza, haciendo ese día cuatro leguas largas para llegar a alojarse a un pequeño pueblecito llamado Aguilar de Campoo, donde permaneció cinco días...
El 15 del mes, el Rey partió de aquella alta montaña y hacía un tiempo frío, feo y desapacible, a causa de que llovía, nevaba y venteaba demasiado. A causa del mal tiempo, tuvimos dos leguas de mal camino, país pedregoso, fangoso y montañoso, y para los caballos muy penoso de pasar a causa de que estaban a menudo en peligro de desherrarse; pero el resto del camino era muy buen terreno. Sabiendo don Juan Sauvage, por el señor canciller, la llegada del Rey hacia Reinosa, como desde Milderburgo no le había visto, pues él había ido a Castilla por tierra, partió de Reinosa par ir a hacerle la reverencia y saludarle, y llegó a encontrarle a una buena legua cerca de esa villa, yendo a saludarle, cuando el Rey acababa de subir a caballo después de haber comido. De la llegada de don Juan Sauvage el Rey y la nobleza quedaron muy contentos. Después de haber saludado al Rey, a su señora hermana y a los grandes dignatarios, el Rey le mandó ir junto a él, para oír las nuevas y aventuras por tierra que contaba de su viaje, y don Juan Sauvage entretuvo al Rey sobre esta materia hasta llegar al dicho lugar de Reinosa, a saber: cerca de un cuarto de legua. Se alojó el Rey en la casa de un anciano caballero nacido y descendiente de marranos (judíos); y doña Leonor, su hermana, se alojó enfrente, en casa de parecido origen, y la mayoría de los señores, grandes dignatarios y nobles, se alojaron en Reinosa.
En este lugar permaneció el Rey siete u ocho días, durante cuyo tiempo se curó tan bien que, cuando partió, estaba rehecho del todo. El huésped y la huéspeda de Su Alteza y la hija mayor llevaban el hábito de San Francisco, aunque estaban casados; y habían mandado edificar cerca de su casa un monasterio en honor de Dios y del señor San Francisco, estando entonces casi acabada la iglesia; pero, como nada se había aún empezado en la casa de los frailes los franciscanos de paso iban diariamente a alojarse, beber y comer a la casa del fundador de este convento. Su hija casada, iba vestida de pardo; era una hermosa mujercita de veinte años o alrededor y se había casado con un joven noble. Nuestro Santo Padre el Papa les había dado dispensa para poder acostarse tres veces a la semana con sus mujeres, como lo oí contar. Si tal dispensa era agradable a la madre, con mucha más razón tenía que serlo a la hija. Cierto, cuando a primera vista, la vi en ese hábito franciscano, con un cordón negro en el cuello, de donde pendía una crucecita de oro guarnecida de piedras preciosas, con su correa de franciscana, me causó mucho asombro, a causa de que me parecía que estaba muy encinta. Dios le envíe felicidad y a todas las que están en tal estado, con potencia y voluntad de hacer uno o dos todos los años, para llenar los santos sitios del paraíso.
En aquel lugar murió uno de los servidores de doña Leonor, llamado Jesús de Pissepot, el cual fue enterrado en una devota capilla ante la casa del Rey.
DE CÓMO EL REY FUE HONROSAMENTE RECIBIDO EN AGUILAR
El 24 de octubre de 1517, el Rey partió de Reinosa con su señora hermana y toda la nobleza, haciendo ese día cuatro leguas largas para llegar a alojarse a un pequeño pueblecito llamado Aguilar de Campoo, donde permaneció cinco días...
9 comentarios:
y llegó a encontrarle a una buena legua cerca de esa villa, yendo a saludarle, cuando el Rey acababa de subir a caballo después de haber comido.
Dice que el rey había subido, tal vez se refiere al puerto de palombera.
"y habían mandado edificar cerca de su casa un monasterio en honor de Dios y del señor San Francisco, estando entonces casi acabada la iglesia"
Este monasterio sería pues lo que después se convirtió en la parroquia.
Sí señor, creo que es como dices, tanto lo del puerto de Palombera (ahí lo pasarían mal) como lo de la Iglesia de San Francisco, aunque la que hay ahora no es la del tiempo de Carlos I, pero sí está en el mismo sitio. Algo debe de quedar de la antigua.
La casa donde se quedó Carlos I creo que estaba en la campa al lado de la Residencia de San Francisco, donde ahora hay unos "bonitos" chalets.
¿Dices la parroquia? No, creo que es la iglesia de la Residencia de Ancianos.
Allá vosotros...
Y además te informaré, amigo Gatopardo, que es muy posible que parte del séquito se quedase en Reinosa en el edificio de los Bustamente, hoy en día propiedad de Goyo Vejo. Ya sabes, ese edificio viejo, viejo (el más antiguo de Reinosa, seguramente) que está enfrente del Cañón, que fue hasta la democracia la sede del Frente de Juventudes, y donde se quedó (eso se sabe seguro) una de las hijas de los Reyes Católicos (una tía de Carlos) a la espera de un príncipe alemán con el que se iba a casar. Por lo tanto, cuando Carlos llegó a Reinosa hacía tiempo que estaba construido. He dicho, y por decir que no quede.
Menudos bocadillos de anchoas que hacía el amigo Mateo....
Por cuatro "perras" además. La de veces que nos dio de merendar...
Y de mejillones.
También, también, qué buenos los mejillones del Mateuco...
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