El cautivo de Argel

Author: Juan Nadie /

El 26 de septiembre de 1575, el joven y valeroso Miguel de Cervantes (28 años) intenta regresar a España junto con su hermano Rodrigo (tres años más joven que él) en la galera Sol después de haber participado en la batalla de Lepanto, donde resultó herido, perdiendo la movilidad de la mano izquierda.
El regreso no llegó a materializarse, ya que fueron capturados cerca de Cadaqués, en la Costa Brava, por el corsario Arnaute Mamí, jefe de una flotilla turco-berberisca que los llevó a Argel, donde fueron vendidos como esclavos a otro corsario, Dali Mamí, permaneciendo prisioneros en estas tierras durante cinco años en los llamados "baños" (prisiones para esclavos).

El cardenal Acquaviva y la Batalla de Lepanto

Cervantes había intentado trabajar al servicio del cardenal Espinosa, que tenía un papel destacado en la corte española, pero no lo consiguió. Tal vez por eso, marchó a Roma, donde sirvió durante un tiempo al cardenal Giulio Acquaviva, a quien probablemente había conocido en Madrid, y a quien siguió por Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara, itinerario que aparece descrito con admiración en El licenciado Vidriera. O tal vez marchó a Roma por causas más oscuras: la vida de Cervantes sigue siendo, en muchos aspectos, un misterio1.
Un año después ingresó en los tercios italianos como soldado de marina en la compañía del capitán Diego de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada. Embarcó en la galera Marquesa como marino sin graduación.
El 7 de octubre de 1571 participó en la batalla de Lepanto (la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros, según sus propias palabras), formando parte de la armada cristiana, dirigida por don Juan de Austria, hijo del rayo de la guerra Carlos V, de felice memoria, y hermanastro del rey, y donde participaba uno de los más famosos marinos de la época, el marqués de Santa Cruz. La batalla naval enfrentaba al creciente poder otomano con la Santa Liga formada por España, Venecia y el Papado romano.
Cervantes, pese a que se encontraba con fiebre, quería luchar a toda costa, al punto que le pusieron como cabo al frente de 12 hombres, aunque había llegado como soldado raso y novato. Según Cesar Cervera "la estoica resistencia de Cervantes inspiró al resto de soldados a aguantar hasta la llegada de Álvaro de Bazán, quien desde la retaguardia se dedicó a reforzar los puntos críticos durante toda la batalla". El resultado de dicha batalla es conocido: la Liga Santa, liderada por don Juan de Austria, venció a la Armada del Imperio Otomano. En una información oficial elaborada ocho años más tarde se narra:
Cuando se reconosció el armada del Turco, en la dicha batalla naval, el dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura, y el dicho capitán... y otros muchos amigos suyos le dijeron que, pues estaba enfermo y con calentura, que estuviese quedo abajo en la cámara de la galera; y el dicho Miguel de Cervantes respondió que qué dirían de él, y que no hacía lo que debía, y que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so cubierta, y que con su salud... Y peleó como valiente soldado con los dichos turcos en la dicha batalla en el lugar del esquife, como su capitán lo mandó y le dio orden, con otros soldados. Y acabada la batalla, como el señor don Juan supo y entendió cuán bien lo había hecho y peleado el dicho Miguel de Cervantes, le acrescentó y le dio cuatro ducados más de su paga... De la dicha batalla naval salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, de que quedó estropeado de la dicha mano...
Cervantes permaneció seis meses en un hospital de Messina, donde se recuperó de sus heridas, reanudando inmediatamente su vida militar. Tomó parte en las expediciones navales de Navarino (1572), Corfú, Bizerta y Túnez (1573), todas ellas bajo el mando del capitán Manuel Ponce de León y en el tercio de Lope de Figueroa, personaje que aparece en El alcalde de Zalamea, de Pedro Calderón de la Barca. Después recorrió las principales ciudades de Sicilia, Cerdeña, Génova y la Lombardía, y se quedó finalmente en Nápoles durante dos años, hasta 1575.

Captura en la Costa Brava y cautiverio en Argel

En ese año de 1575, junto con su hermano Rodrigo, Miguel de Cervantes partió de Nápoles con destino a España, en la galera El Sol, probablemente con la intención de solicitar una "patente de capitán" y así llegar al más alto rango militar al que podía aspirar. Como hemos comentado más arriba, durante su regreso, una flotilla turca comandada por Arnaute Mamí apresó a Miguel y a su hermano Rodrigo, los vendió como esclavos y su comprador se dispuso a pedir rescate por ellos, como era costumbre.
El hecho de haber encontrado en su poder las cartas de recomendación que llevaba de don Juan de Austria y del duque de Sessa hizo pensar a sus captores que Cervantes era una persona muy importante, por quien se podía conseguir un buen rescate. Exigieron quinientos escudos de oro por su libertad (unos 30.000 euros actuales), cuando normalmente pedían cincuenta por un soldado raso. Quinientos escudos eran demasiados para la humilde familia de Cervantes.

Intentos de fuga

Miguel, hombre valiente y arrojado (ya lo hemos dicho) y con un altísimo concepto de la libertad y del honor, intentó escapar de la prisión hasta cuatro veces, haciéndose siempre responsable ante sus captores de los actos conjuntos de él y sus compañeros, prefiriendo la tortura a la delación. Gracias a las comunicaciones oficiales y al libro de fray Diego de Haedo Topografía e historia general de Argel (1612), disponemos de bastante información sobre el cautiverio de Cervantes y su hermano, complementada por lo que el propio Cervantes narra en Los tratos de Argel, Los baños de Argel, El gallardo español, La gran sultana y en el relato conocido como Historia del Cautivo, incluído en la primera parte del Quijote, entre los capítulos 39 y 41. Sin embargo, se sabe que la obra publicada por Haedo no es suya, algo que él mismo reconoce. Según Emilio Sola, su autor fue Antonio de Sosa, benedictino compañero de cautiverio de Cervantes y dialoguista de la misma obra. Daniel Eisenberg propone que la obra no es de Sosa, que no era escritor, sino del propio Cervantes, con cuyos escritos la obra de Haedo muestra claras semejanzas.

En enero de 1576, Miguel de Cervantes y otros compañeros de cautiverio, entre los que se encontraba su hermano Rodrigo, llevan a cabo el primer intento de fuga, que fracasa porque el moro que tenía que conducir a Cervantes y a sus compañeros a Orán los abandona en la primera jornada. Los presos tienen que regresar a Argel, donde son encadenados. Mientras tanto, la madre de Cervantes había conseguido reunir cierta cantidad de dinero con la esperanza de rescatar a sus dos hijos. En 1577 se conciertan los tratos, pero la cantidad no es suficiente para rescatar a los dos y Miguel prefiere que sea puesto en libertad su hermano Rodrigo, que regresa a España.
Rodrigo llevaba un plan elaborado por su hermano para liberarlo a él y a catorce o quince compañeros más. Cervantes se reunió con los otros presos en una cueva oculta, en espera de una galera española que vendría a recogerlos. La galera, efectivamente, llegó e intentó acercarse por dos veces a la playa, pero finalmente fue apresada. Los cristianos escondidos en la cueva también fueron descubiertos, debido a la delación de un cómplice traidor, apodado El Dorador. Cervantes se declaró único responsable de organizar la evasión e inducir a sus compañeros. El bey (gobernador turco) de Argel, Azán Bajá, lo encerró en su "baño" o presidio, donde permaneció durante cinco meses encadenado.
El tercer intento lo ideó Cervantes con la finalidad de llegar por tierra hasta Orán. Envió allí a un moro amigo con cartas para Martín de Córdoba, general de aquella plaza, explicándole el plan y pidiéndole guías. Sin embargo, el mensajero fue preso y las cartas descubiertas. En ellas se demostraba que era el propio Miguel de Cervantes quien lo había tramado todo. Fue condenado a recibir dos mil palos, sentencia que finalmente no se cumplió.
El último intento de escapar se produjo gracias a una importante suma de dinero que le entregó un mercader valenciano que estaba en Argel. Cervantes adquirió una fragata capaz de transportar a sesenta cautivos cristianos. Cuando todo estaba a punto, uno de los que debían ser liberados, el ex dominico doctor Juan Blanco de Paz, reveló todo el plan a Azán Bajá. Como recompensa, el traidor recibió un escudo y una jarra de manteca. De nuevo, Cervantes asumió toda la responsabilidad. Azán Bajá trasladó a Cervantes a una prisión más segura, en su mismo palacio. Después, decidió llevarlo a Constantinopla, donde la fuga resultaría una empresa casi imposible.

En 1577. cuando llevaba ya dos años cautivo en Argel, Cervantes escribe una carta a Mateo Vázquez de Leca, secretario de Felipe II, para que le facilite, al llegar a España, un encuentro con el monarca y un oficio o merced equivalente a sus grandes servicios en Italia y Argel. Cervantes no quería ayuda para su rescate porque tenía pensado otro plan de fuga:
En la galera Sol que escuresçía mi ventura su luz a pesar mío fue la pérdida de otros y la mía. Valor mostramos al principio y brío pero después con la esperiençia amarga conosçimos ser todo desvarío. Sentí de ageno yugo la gran carga y en las manos sacrílegas malditas dos años ha que mi dolor se alarga. Bien sé que mis maldades infinitas y la poca attriçión que en mí se ençierra me tiene entre estos falsos Ismaelitas...
En esos años, la ciudad de Argel, de cerca de ciento veinticinco mil habitantes, era conocida como la capital corsaria del Mediterráneo: tenía veinticinco mil cautivos de todos los países de Europa. y a ella llegaban corsarios de todo el mundo con sus navíos llenos de esclavos para hacerles dinero.
Los suplicios estaban a la orden del día, aunque es verdad que a veces los esclavos gozaban de períodos de cierta libertad. Ejemplo de esos suplicios, que Cervantes presenció, fue la tortura y muerte de dos individuos que trataron de ayudarlo a escapar: un jardinero navarro, que murió ahogado en su propia sangre por colaborar con Cervantes y un grupo de fugitivos, y un moro amigo, que fue empalado por llevar una carta del cautivo al presidio español de Orán. Entre los suplicios más leves sufridos por los esclavos que procuraban huir de las condiciones infrahumanas de los baños, se contaba el corte de orejas y de narices, así como otras torturas, como la muerte por empalamiento, aplicada a los cautivos que dirigían un escape colectivo o una rebelión.
A pesar de estos brutales castigos, hay que destacar la tolerancia religiosa de los argelinos, que permitían a los cautivos cristianos celebrar misas todos los días en los baños y festejar sus fiestas religiosas; tolerancia muchas veces destacada por Cervantes en su obra, en la que además se refleja un universo multicultural donde las comunicaciones entre musulmanes, renegados (convertidos al Islam) y cristianos eran libres. El mismo Cervantes le debe la vida a uno de estos renegados, un corsario de origen español llamado Maltrapillo, quien usó de sus buenas influencias ante el bajá Hasán Veneciano para salvar la vida al futuro autor, después de un intento de fuga. Este personaje aparece en la primera parte de Don Quijote (1605) como el renegado de Murcia que ayuda a escapar al Capitán cautivo y a Zoraida, su amada mora.

Según José Manuel Lucía Megías, estudioso de la época juvenil de Cervantes, los cuatro intentos fallidos de fuga tenían como objeto, más que conseguir su propia libertad, ayudar a escapar a otros cautivos, "hombres principales", quizás a cambio de dinero y, sobre todo, con la esperanza de cobrarse el favor tras su regreso a Madrid y obtener así algún cargo importante en la corte. "Argel es el eje que cambia la vida de Cervantes. A su regreso ya no se conformaba con un oficio cualquiera que le permitiera llevar una vida normal y fundar una familia; quería ocupar un puesto destacado", explica Lucía Megías.
Sea como fuere, el caso es que al final Cervantes regresa a España.

Regreso definitivo a España

Gracias a la intervención de los frailes trinitarios -la Corona se desentendió del asunto desde el principio-, que recolectaron de los mercaderes cristianos el dinero que faltaba para el rescate, ya que su familia sólo había podido reunir 300 ducados, Miguel de Cervantes fue liberado el 19 de septiembre de 1580, con 33 años, y regresó definitivamente a España..., donde no le fue mucho mejor. El panorama era desolador: con la familia arruinada y con un padre anciano y sordo, hubo de seguir buscándose la vida, así que marchó a Portugal, en donde estaba la corte española, en mayo de 1581, con la intención de encontrar algo con lo que pagar las deudas que había contraído su familia. Le encomendaron una misión secreta en Orán, ya que tenía muchos conocimientos de la cultura y las costumbres del norte de África. Por este trabajo recibió 50 escudos. Volvió a Lisboa y a finales de año regresó a Madrid... y comenzó a escribir. En febrero de 1582, solicitó un puesto de trabajo vacante en las Indias, sin conseguirlo. En estos años, el escritor tuvo relaciones amorosas con Ana Villafranca (o Franca) de Rojas, la mujer del tabernero Alonso Rodríguez. De la relación nació una hija que se llamó Isabel de Saavedra, que él reconoció, pero con la que nunca se llevó muy bien.

Aún estuvo Cervantes tres veces más en la cárcel, aunque, eso sí, en España: en 1592, en 1597 y en 1605. Pero esa es otra historia...


1 Se ha conservado una providencia de Felipe II que data de 1569, donde manda prender a Miguel de Cervantes, acusado de herir en un duelo a un tal Antonio Sigura, maestro de obras. Si se tratara realmente del Cervantes autor del Quijote y no de un homónimo, podría ser este el motivo que le hizo marchar a Italia. 

Breviario de campaña electoral - Quinto Tulio Cicerón

Author: Juan Nadie / Etiquetas:




En el año 64 a. C., Marco Tulio Cicerón inicia su campaña electoral para el consulado romano. Al hilo de este hecho, su hermano menor Quinto, con quien se carteaba a menudo, le envía una epístola aconsejándole sobre la forma de actuar para ganar las elecciones. En julio de ese mismo año, Marco obtiene el consulado por unanimidad frente a Gayo Antonio Híbrida y Lucio Sergio Catilina.
Más de dos mil años después, las recomendaciones del pequeño de los Cicerón siguen siendo sorprendentemente actuales. Lean, lean:




Epístola de Quinto Tulio Cicerón a su hermano Marco

Commentariolum petitiones (Apuntes sobre las elecciones)


I
Aunque estás dotado de todo lo que los hombres pueden adquirir con el talento, la experiencia o la dedicación, no obstante, por el afecto que nos une, he juzgado conveniente explicarte por escrito lo que, día y noche, acudía a mi mente cuando pensaba en tu candidatura. No es mi intención que aprendas nada nuevo de ello, aunque sí quiero presentarte, con orden, método y unidad, algunas ideas que, de hecho, parecen desligadas e indefinidas. Por mucha fuerza que tengan por sí mismas las cualidades naturales del hombre, creo que, en un asunto de tan pocos meses, las apariencias pueden superar incluso esas cualidades.

Considera qué ciudad es ésta, a qué aspiras, quién eres. Casi a diario, cuando desciendas al foro, debes reflexionar sobre esto: "Soy un homo novus,1 aspiro al consulado, ésta es Roma".

Compensarás la condición de homo novus con tu fama de orador, cualidad que siempre ha gozado de la más alta estima: aquel a quien se juzga digno de ser abogado de los excónsules no puede ser considerado indigno de acceder al consulado. Por lo tanto, ya que dependes de esta reputación y puesto que todo lo que eres se lo debes a ella, tendrás que presentarte siempre tan bien preparado para hablar como si en cada una de las causas se fuera a someter a juicio todo tu talento. [...] Después, haz ostentación tanto de la gran cantidad de amigos que tienes como de la alta condición social de los mismos, porque ¿cuentas con lo mismo que con lo que han contado otros novi?: todos los publicanos,2 casi la totalidad del orden ecuestre,3 muchos municipios que te son incondicionales, muchos ciudadanos de cualquier estamento social a los que has defendido, algunos colegas, por no hablar de un buen número de jovencitos unidos a ti en el estudio de la elocuencia, y el apoyo diario y constante de tus numerosos amigos. Procura conservar todo esto, a base de advertencias, de ruegos y de toda clase de medios, para que aquellos que te deben algo y aquellos que desean debértelo se den cuenta de que no van a tener más oportunidad que ésta, los unos, de demostarte su agradecimiento, y, los otros, de convertirse en deudores tuyos. [...]

Cuentas con muchas personas, haz que sepan la importancia que les das. Si consigues que deseen apoyarte los que están indecisos, éstos te ayudarán mucho.

II
Supone asimismo una gran ayuda para tu condición de homo novus el que, acerca de tus oponentes nobles, nadie se atreva a afirmar que su nobleza les va a ayudar a ellos en mayor medida que a ti tus cualidades. [...] Así pues, date cuenta de que hombres procedentes de las familias más importantes, al carecer de fuerza propia, no se pueden comparar contigo. [...]

V
Una candidatura a un cargo público debe centarse en el logro de dos objetivos: obtener la adhesión de los amigos y el favor popular. Conviene que la adhesión de los amigos nazca de los favores, de los deberes de la amistad, de la antigüedad de la relaciones y de un temperamento amable y cordial. Pero la palabra "amigo", cuando eres un candidato, tiene un significado mucho más amplio que en tu vida corriente; de hecho, todo el que te demuestre alguna simpatía, que te trate con deferencia y que vaya a menudo a tu casa, ha de ser incluido en el círculo de tus amistades. [...]


Después, es necesario crearse amistades de cada una de estas clases: para las apariencias, hombres de familia y cargo ilustres que, aunque no se esfuercen en hacerle propaganda, al menos aumentan en algo la dignidad del candidato; amigos para garantizarse la protección de la ley, los magistrados (y entre ellos, primero, los cónsules, y luego, los tribunos de la plebe4) y amigos para conseguir el voto de las centurias, hombres que gocen de una influencia muy particular. Pon especial insistencia en procurarte y asegurarte el apoyo de quienes tienen, o esperan tener, gracias a ti, el dominio de una tribu, de una centuria o cualquier otro beneficio. [...]

VI
Por otra parte, dado que hay tres cosas en concreto que conducen a los hombres a mostrar una buena disposición y a dar su apoyo en unas elecciones, a saber, los beneficios, las expectativas y la simpatía sincera, es preciso estudiar atentamente de qué manera puede uno servirse de estos recursos. [...]

VII
Si bien es necesario sentirse de antemano respaldado y protegido por unas amistades sólidas, no obstante, durante el período electoral, también uno se gana un buen número de amigos muy útiles. En efecto, entre tantos inconvenientes, la situación del candidadto tiene esta ventaja: puedes hacer con dignidad lo que durante el resto de tu vida no serías capaz de hacer, a saber, aceptar la amistad de quien te plazca, de aquellos con los que, si hubieras intentado relacionarte en otro tiempo, habría parecido que obrabas de manera improcedente; en cambio, si durante el período electoral no hicieras esto con muchas personas y poniendo gran empeño en ello, no parecerías un candidato. [...]

VIII
[...] Lo primero que debes hacer salta a la vista: rodear de atenciones a los senadores, a los caballeros romanos y a cuantos hombres emprendedores e influyentes haya en todos los demás estamentos. Son muchos los ciudadanos activos y muchos los libertos emprendedores e influyentes que frecuentan el foro: pon el mayor empeño, valiéndote de tus propios medios o de las amistades comunes, en hacer partidarios tuyos a todos los que puedas; sal a su encuentro, enviáles emisarios, muéstrales la gran importancia de los servicios que te prestan.

A continuación, dedícate a la ciudad entera, a todas las corporaciones, a las aldeas, a los barrios; si te ganas la amistad de los hombres más importantes de estos grupos, podrás fácilmente, gracias a ellos, contar con el resto. Después ten presente en tu corazón y en tu memoria a Italia entera, compuesta y formada por tribus, y no permitas que haya ningún municipio, ninguna colonia, ninguna prefectura, en fin, ningún lugar de Italia, en el que no tengas el apoyo suficiente. Busca y sigue la pista de los hombres de cada lugar, conócelos, sal a su encuentro, asegúrate su adhesión, procura que hagan campaña a tu favor entre sus vecinos y que, por así decirlo, se conviertan en candidatos por cuenta tuya. [...]

IX
Y ya que he mencionado el séquito, cabe decir que también has de preocuparte de este asunto, de manera que a diario dispongas de un acompañamiento de toda categoría, clase social y edad, pues, precisamente de la afluencia del séquito se podrá deducir con qué fuerzas y con qué medios vas a contar en el Campo de Marte.5 Hay tres clases de componentes: los que van a saludarte a tu casa, los que te acompañan al foro y los que te siguen a todas partes.6 [...]

X
[...] Una vez te hayas asegurado la devoción de tus amigos, estudia entonces los motivos y las peculiaridades de tus detractores y enemigos. Los hay de tres clases: los que se han visto perjudicados por ti, los que sin motivo alguno no te aprecian, y, finalmente, los que son muy amigos de tus competidores.

Por lo que se refiere a cuantos has perjudicado al actuar en su contra para defender a un amigo, justifícate ante ellos claramente, apela a tus deberes como amigo y hazles concebir la esperanza de que, si ellos te brindan su amistad, también te ocuparás de sus asuntos con la misma dedicación y el mismo sentido del deber. Ante los que, sin motivo alguno, no te tienen aprecio, dedícate enteramente a alejar de ellos ese sentimiento hostil haciéndoles algún favor, dejándoles creer que se lo vas a hacer o manifestando gran interés hacia sus personas. Con quienes muestran la peor disposición hacia ti, dada la mistad que les une a tus rivales, válete de los mismos medios que vas a emplear con los anteriores, y si coinsigues hacer que te crean, da muestras de afecto incluso hacia tus mismos competidores.

XI
Como ya he hablado bastante sobre la manera de trabar amistades, es preciso que trate ahora otro aspecto de la candidatura que atañe a la manera de ser del pueblo. Éste desea que el candidato lo conozca por su nombre, lo halague, mantenga un trato asiduo con él, sea generoso, suscite la opinión popular y ofrezca una buena imagen en su actividad pública.

Para empezar, haz que salten a la vista tus esfuerzos por conocer a los ciudadanos y exagéralos a fin de mejorar día a día estas relaciones: no hay nada, me parece, que haga a un candidato tan popular y tan grato. Después, convéncete de que es necesario simular aquellas cualidades que no posees por naturaleza de tal manera que parezca que actúas con toda espontaneidad. De hecho, no es que te falte esa afabilidad propia del hombre bondadoso y amable, pero también es muy necesaria la adulación, algo que, aunque en la vida corriente constituya un defecto vergonzoso, se hace imprescindible en una candidatura. Es verdad que la adulación es reprobable cuando los halagos corrompen a un hombre, pero cuando lo hacen más amistoso, entonces no tiene por qué ser tan censurada; resulta imprescindible para un candidato cuyo aspecto, cuya imagen y cuyas palabras deben variar y adaptarse a las opiniones e inclinaciones de todos con los que se encuentre. [...]

XII
Gayo Cota,7 un maestro en estrategia electoral, solía decir que tenía por costumbre prometer a todo el mundo sus servicios, a no ser que le pidieran algo en contra de su deber, y que se los ofrecía a aquellos a cuya disposición juzgaba muy conveniente estar. No decía no a nadie. [...]

Las promesas quedan en el aire, no tienen un plazo determinado de tiempo y afectan a un número limitado de gente; por el contario las negativas te granjean, indudable e inmediatamente, muchas enemistades: y es que son más las personas que piden poder disfrutar de los servicios de uno que las que, de hecho, acaban disfrutando de ellos. Así pues, es preferible que, de vez en cuando, unos pocos se enfaden contigo en el foro, a que lo hagan todos a la vez y en tu casa, habida cuenta sobre todo de que se enfadan mucho más con los que les han dado una negativa que con aquel que, al parecer, se ve impedido a ayudarles por algún motivo importante, pero que, si de algún modo pudiera, cumpliría gustosamente con su promesa. [...]

XIII
A continuación debo hablar de la opinión pública, algo que ha de preocuparte muchísimo. [...]

[...] Procura que toda tu campaña se lleve a cabo con un gran séquito, que sea brillante, espléndida, popular, que se caracterice por su grandeza y dignidad, y, si de alguna manera fuera posible, que se levanten contra tus rivales los rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos, algo que no desentonaría con sus costumbres. [...]

XIV
Estas son las cosas que, no es que las sepa yo mejor que tú, pero sí que he creído poder, con mayor facilidad de la que a ti te permiten tus muchas ocupaciones, aunar y enviarte por escrito. Sin embargo, no lo he hecho de manera que sirvan para todo el que quiera aspirar a una magistratura, sino para ti en particular y para esta candidatura tuya en concreto; de todos modos, si te parece que hay algo que se tenga que cambiar o suprimir del todo, quiero que me lo digas, porque deseo que este breviario de campaña electoral sea considerado perfecto en todos los aspectos.
Traducción y notas de Alejandra de Riquer


1 El concepto de homo novus es difícil de precisar: en términos generales, hace alusión a aquella persona que, careciendo de antepasados nobles, es decir, sin tradición familiar en el Senado y en las magistraturas, llega a ser el primero de su familia que accede a uno de estos cargos políticos y que transmite, así, la nobleza a sus descendientes. Éste fue el caso de Marco Tulio Cicerón, que se convirtió automáticamente en senador al desempeñar, en el año 75 a. C., el cargo de cuestor en Sicilia, y que fue después, en el 66 a, C., pretor, lo que le permitió acceder al consulado. Los homines novi -a veces denominados simplemente novi- solían ser menospreciados por la antigua nobleza, que los consideraba unos advenedizos. 
2 Los publicanos eran los que habían alquilado al Estado la recaudación de diversos tipos de impuestos; estaban organizados en sociedades de accionistas y gozaban de mucha influencia política y social. 
3 Cicerón pertenecía al llamado orden ecuestre, designación ésta que hace referencia al origen militar, la caballería, de sus componentes; éstos pasaron después a constituir un grupo social, formado por patricios y plebeyos, muy enriquecido gracias a los negocios, al cobro de tributos y a otras actividades financieras a las que la nobleza política no podía dedicarse. 
4 Los tribunos de la plebe eran los magistrados encargados de defender y representar a la plebe ante las autoridades patricias. 
5 El Campo de Marte era una llanura situada a lo largo del Tíber, donde tenían lugar reuniones del ejército, se hacían prácticas militares y se daba cobijo a los electores el día de la votación. 
6 Llamados respectivamente salutatores, deductores y adsectatores
7 Gayo Aurelio Cota era un famoso orador que fué cónsul en el año 75 a. C.

¿Por qué el Estado Islámico destruiría la Alhambra?

Author: Juan Nadie /

La historia nos enseña que la relación que tiene el islam con las imágenes, aun hoy, es tan paradójica y controvertida como lo era la del cristianismo de la época en la que precisamente emergió el islam. Puede que hoy ésta sea la religión anicónica por excelencia entre los grandes monoteísmos, pero comparte el debate de la aversión por las imágenes con las otras dos grandes religiones del libro. Es revelador pensar, cuando contemplamos la enorme belleza de las figuraciones de la Sala de los Reyes de la Alhambra de Granada o las miniaturas de los manuscritos persas, que pueda existir una deriva tan exacerbada del iconoclasmo islámico en nuestros días como la que revelan las tremendas escenas de la voladura de los budas de Bamiyán por los talibanes o la destrucción por parte del Estado Islámico de Palmira. Eso suscita la pregunta de qué harían los seguidores más fanatizados de estos movimientos con el que seguramente sea el epítome de la excelencia en la historia del arte islámico figurativo, la Alhambra de Granada. Al hilo de esa cuestión se me antoja fundamental trazar una reflexión histórica sobre el iconoclasmo cristiano y el islámico.

La preeminencia del mensaje profético del islam hizo que la escritura primara como motivo decorativo en el arte y vetó la representación de sujetos figurativos, humanos o animales, como algo tendente a la idolatría. Pese a que los motivos escriturales, geométricos, vegetales o abstractos son mayoría en el arte islámico, también se puede hallar pintura en lugares como el palacio omeya de Qusayr 'Amra (Jordania), las ruinas de Samarra o en al-Andalus (no sólo en la Alhambra, sino también los animales del Palacio de Medina Azahara o el cervatillo del Museo Arqueológico de Córdoba), en sociedades caracterizadas por un mundo de fronteras permeables. Así sucedía en el Oriente con el contacto con el mundo bizantino, desde tiempos del emperador Heraclio, vencedor de los persas y restaurador de la Vera Cruz, el que primero probó la derrota ante la pujanza árabe, que habría de despojar al Imperio de Egipto y todo el rico oriente sirio-palestino. Bizancio, que vio el surgimiento del islam, aportó un enriquecedor contacto que duró muchos siglos y del que hay manifestaciones literarias tan notables como la epopeya de Digenís Akritas. Desde ahí se puede rastrear la figuración, por ejemplo, en el islam chiita, o en la iconografía del Egipto fatimí, que bebió de fuentes bizantinas. Por no hablar de la iluminación de manuscritos árabes o persas, que trasladaban el saber científico o médico helénico: Aristóteles o el corpus hippocraticum.

Lo que el islam está viviendo ahora puede ser comparado con el iconoclasmo bizantino, que duró un siglo de disputas teológicas, derramamiento de sangre y destrucción de obras de arte. En el trasfondo está la idea de rigorismo espiritual que, como estudia la sociología de las religiones, se basa en una desviación sectaria de la religión de los padres que pretende regresar a los supuestos orígenes de una creencia para demostrar que uno es más puro que los demás practicantes de la misma, rechazando, en este caso, el uso de imágenes como idolatría pagana. Hay que decir que el gran éxito del cristianismo se basó en su asimilación de elementos icónicos del paganismo grecorromano, como se ve en la adopción de iconografía dionisíaca o a través del culto de los santos y la Virgen María. El iconoclasmo que se genera a partir del siglo VII tiene que ver con una idea de la vuelta a los orígenes anicónicos del cristianismo que representaban pasajes bíblicos, como Éxodo 20.4 o diversos testimonios de los Padres de la Iglesia. Pero hay que pensar en un contexto en que se ponía en común un supuesto rechazo de los primeros cristianos y otro contemporáneo de los primeros musulmanes a la representación icónica de lo divino. Fue León III el que inició una prohibición, que se extendería entre 726-87 y 815-43, y que conllevó destrucciones masivas de iconos mientras sólo la cruz prevalecía como elemento decorativo. El debate se puede relacionar con el éxito arrollador del islam -León III combatió con denuedo a los árabes-, pero también con una lucha del poder frente al de la Iglesia.

Si la frontera oriental daba tantos frutos culturales en la interacción entre musulmanes y cristianos, la occidental, en la rica sociedad andalusí, no iría a la zaga. No entraremos en el elemento hebreo, presente en ambos extremos del temprano medievo islámico, pero en Occidente cabe pensar en las mil maravillas de la España árabe y en la enorme operación de transferencia cultural del legado clásico a través de las traducciones, la filosofía o la medicina. El grado de civilización que dio el islam en al-Ándalus para la historia de la ciencia, de las artes y la cultura en general contrasta tristemente con la deriva fundamentalista que esta religión del libro ha experimentado desde finales del siglo XX. Como la frontera bizantina, la hispánica produjo monumentos culturales inolvidables y en ambas sociedades se produjo una enriquecedora interacción de doble vía que se ve en la primera traducción del Corán al griego bizantino o en el paso de la fabulística oriental a las literaturas europeas. Piénsese también que, en el siglo X, las dos grandes urbes de Europa no estaban en su centro, sino en los extremos, Constantinopla y Córdoba, que en población, tecnología y cultura no tenían parangón en todo el continente. Cabe evocar así un interesante paralelo entre el brillo de la historia andalusí y la del Imperio romano de Oriente, en su vida prolongada a través de la Edad Media hasta los albores de la moderna, y es curioso pensar cómo Bizancio experimentó los vaivenes de una espiritualidad que renegaba de las imágenes y las destruía de forma furibunda.

Pero una cosa es el aniconismo abstracto y otra un iconoclasmo exacerbado con las manifestaciones artísticas de otras culturas, anteriores o contemporáneas, o de algunas tradiciones de la propia, concebidas como decadentes ante la pureza que simboliza la secta rigorista de cada momento. Hoy, el iconoclasmo islámico nos sorprende por su virulencia contra monumentos patrimonio de la humanidad como los de Palmira y la antigua Asiria. Sin embargo, no hay que olvidar su faceta puramente criminal pues, como cualquier otro terrorismo fundamentalista, al final éste también se muestra independiente de motivaciones espirituales o políticas, y se puede reducir a un afán de lucro económico y piratería internacional. Esto queda demostrado al trascender la millonaria fortuna amasada por el Estado Islámico a partir de la venta en el mercado negro de piezas de arte antiguo expoliadas de sus conquistas. Es decir, que de cara al mundo islámico se erigen en puristas y destructores de un arte idólatra pero, por otro lado, se lucran secreta e ilícitamente gracias al contrabando de piezas arqueológicas que un Occidente sin escrúpulos no tiene reparos en adquirir. Igualmente, cabe recordar el trasfondo político y económico del largo conflicto iconoclasta en Bizancio: la pugna entre la iglesia diocesana de Oriente y, en concreto, el patriarcado de Constantinopla, bajo el influjo de la corte imperial, contra los poderosos monasterios, defensores de los iconos y poseedores de enormes recursos económicos, desempeñó un papel crucial en la controversia. Son paradojas que nos dicen mucho sobre las motivaciones de los autoproclamados defensores de una fe a lo largo de la historia.

DAVID HDEZ. DE LA FUENTE, profesor de Historia Antigua de la UNED. 
La Razón, 23-11-2015

Las admoniciones de Ipuur

Author: Juan Nadie /

Hacia el año 2100 a. C. aprox., final de la Dinastía VI del Imperio Antiguo, Egipto vive una época de cambios sociales drásticos y anárquicos. El poder del faraón se había ido debilitando, a la par que aumentaba el de los gobernadores de los nomos o provincias en los que estaban divididos administrativamente tanto el Alto como el Bajo Egipto. Como consecuencia de esta fragmentación, se producen contínuas guerras entre los distintos gobernadores, que comienzan a sentirse reyezuelos de sus territorios. De hecho, las nuevas dinastías son implantadas por gobernadores de nomos que se proclaman reyes cuando son capaces de ganarse la aceptación de los demás. Es la época que los egiptólogos conocen como Primer Período Intermedio, que dura hasta Nebhepetre Mentuhotep (2061-2010, apellidado I o II por diferentes autores), príncipe procedente de Tebas, que consigue reunificar el país.
"El arte de esta época es de poca categoría y sin fuerza, casi una parodia del estilo del Imperio Antiguo de Menphis. Los materiales son de poca calidad, como lo demuestra el hecho de que la cerámica reemplaza a la piedra, faenza y metal en el manufacturado de los vasos. Las sangrientas luchas entre las provincias se evidencian en la decoración de los diversos tipos de barcas funerarias, con los techos de sus cabinas protegidas con mamparos de piel de buey. Un gobernante de Asyut fue enterrado con dos compañías de guerreros para que le sirvieran en un agitado más allá. Otro monarca de la misma región alardea de cómo se aterrorizaba el país ante sus soldados y de cómo se asustaban todos cuando veían las humaredas que se alzaban hacia el sur. Los cuerpos de unos sesenta guerreros de choque, a los que se concedió los honores de una tumba colectiva en Tebas, constituyen un macabro testimonio de las luchas de esta época. Sus heridas demuestran que sucumbieron en el asalto desesperado a alguna fortaleza estratégica." (Cyril Aldred)
Por otra parte, al dejar de existir un control efectivo de la inmigración, pueblos como los hebreos del Sinaí o los libios del Neged, presas del hambre en sus propios territorios, invaden el Delta para apacentar sus rebaños, como lo hicieron Abraham y Jacob.
"Los daños causados por la revolución social, la pobreza y la anarquía produjeron otros, como hambres, plagas y esterilidad. El egipcio adquirió una trágica experiencia, que le hizo darse cuenta de que la peor desgracia que podía sobrevenirle era la desaparición de la autoridad divina del faraón. Parecía que todos los infortunios venían de este simple hecho." (Cyril Aldred)

Sin embargo, esta época anárquica dio lugar a la aparición de una nueva literatura desconocida hasta entonces: una literatura secular, laica, que continuó inspirando a los escritores egipcios durante muchos siglos. "En una época en que los hombres ya no estaban sojuzgados por las órdenes divinas de la autoridad faraónica, los diversos procedimientos artísticos constituyeron una llamada al sentimiento; y la literatura pesimista del momento se desarrolla con un estilo poético y elegante. La habilidad en el uso de la palabra para influir las mentalidades de los hombres fue perspicazmente reconocida por un rey de Herakleópolis que exhorta a su hijo a ser un artífice de la oratoria a fin de que pueda mantenerse en el poder, 'pues el poder está en la lengua; y la palabra es más poderosa que la lucha'" (Cyril Aldred)

Una buena muestra de la nueva literatura egipcia la tenemos en "Las Admoniciones de Ipuur" (Ipuwer, en lengua inglesa), un texto en el que el príncipe Ipu censura a un rey, cuyo nombre no cita, por permanecer inactivo mientras el país se precipita a la ruina. Este rey podría ser Pepi II, último faraón de la VI Dinastía, que reinó durante 90 años y murió centenario.


Las Admoniciones de Ipuur (fragmento)
[...] Los hombres de noble cuna no hacen sino lamentarse mientras los pobres se regocijan. Cada ciudad dice: "Vamos a expulsar a los poderosos"... El espléndido palacio de justicia se ha visto privado de sus documentos... Las oficinas públicas están abiertas y sus archivos han sido robados. Los siervos se han convertido en señores de siervos... Mira cómo los que antes iban vestidos se cubren ahora con harapos... El que nada tenía es ahora rico, y el oficial de alta graduación tiene que reverenciar al recién llegado. La suciedad se extiende por todo el país; ya no hay ropas blancas en nuestros días... El Nilo ha crecido, pero nadie se decide a la labranza... El grano ha muerto en todos los campos... La gente se ve privada de ropa, perfume y aceite... Todos dicen: "Se ha terminado"... Han llegado a Egipto extranjeros de todas partes... Las naves ya no zarpan hacia Byblos en nuestros días: y ¿de dónde obtendremos las maderas preciosas? Los príncipes y los hombres devotos se embalsaman con las resinas del Líbano hasta en las tierras de Creta, pero nosotros no podemos proveernos de ellas... Los muertos son arrojados al río... Las risas han desaparecido. La tristeza invade el país. [...]
 Texto completo de las Admoniciones de Ipuur


Además de Las Admoniciones, los egipcios del Primer Período Intermedio nos han legado una Discusión entre un hombre que piensa en el suicidio y su alma y las Lamentaciones del campesino, textos que al parecer provienen de la corte de Herakleópolis. Uno de sus reyes, probablemente Wahkara, nos deja otra obra interesante: los Consejos a su hijo Merykara, gran parte de los cuales son advertencias prácticas para el gobernante, y no falta una especie de código de conducta con conceptos morales abstractos:
Haz el bien mientras estés en la tierra. Consuela al afligido, no oprimas a la viuda, no expulses a ningún hombre de las posesiones de sus antepasados... No mates... Entonces esta tierra estará bien asentada...
Mención aparte merecen los Textos de las Pirámides y los Textos de los sarcófagos.

"A partir del final del Imperio Antiguo, la historia de las costumbres funerarias consiste en la gradual adopción de los derechos y privilegios de las tumbas reales por parte de ciudadanos particulares, y este proceso dio un gran paso adelante durante el Primer Período Intermedio, cuando tantos pequeños señores se consideraban casi como reyes. Al mismo tiempo, el general estado de pobreza hizo necesario encontrar sustitutos para los costosos ajuares de las tumbas reales. Así, en lugar de los relieves pintados en fina caliza que mostraban la procesión de las diversas clases sociales que llevaban sus productos al muerto, o los cerveceros, panaderos y carniceros que preparaban el banquete funerario, se colocaban unas estatuas de siervos, generalmente en madera apenas desbastada, que cumplían sus obligaciones a través de un proceso mágico. Los ataúdes eran rectangulares, de madera decorada exteriormente como si fueran casas, mientras en su interior se dibujaba el equipo que había constituido las atribuciones exclusivas de la realeza (coronas, tocados, bastones de mando, cetros, faldillas, cinturones, cobertores y capas). Incluso el úreo-cobra, símbolo principal de la realeza, que el faraón llevaba sobre la frente para arrojar fuego a los ojos de sus enemigos, se representaba de este modo. Esta usurpación general no se redujo sólo a símbolos y emblemas. También se adoptó la liturgia de los enterramientos reales. A fines de la Dinastía V, y durante la VI, se inscribieron frases de sentido mágico-religioso en las paredes de las pirámides reales, a las que los egiptólogos llaman Textos de las Pirámides... Consisten en selecciones fortuitas de entre muchas expresiones, algunas de las cuales, como el Himno caníbal datan evidentemente de tiempos prehistóricos, cuando el jefe era el encargado de producir la lluvia, se comía ritualmente a los enemigos muertos y se adoraban deidades astrales. La mayoría de las frases, sin embargo, se refieren al culto solar de Heliópolis, cuyos sacerdotes compilaron, sin duda, los Textos de las Pirámides. Cuando los príncipes locales y sus altos oficiales adoptaron estos escritos, se alteró parte de la liturgia para adaptarla al uso de los particulares. Se añadieron nuevas frases que se referían a las condiciones de la época, y se omitieron viejas expresiones que ya no se comprendían...
Al empobrecerse las sepulturas en un período en el cual la cámara de las ofrendas era a menudo muy modesta, si no inexistente, se introdujo la práctica de escribir estos textos en jeroglíficos cursivos en el interior de los ataúdes. A este nuevo grupo de escrituras religiosas los egiptólogos han dado el nombre de Textos de los sarcófagos. Parece ser que la costumbre nació en Herakleópolis y se continuó en el Imperio Medio tanto para las tumbas reales como para las privadas, aunque varias de las tumbas más ricas tenían inscripciones en las paredes de la capilla con los antiguos Textos de las Pirámides." (Cyril Aldred)

Textos de los sarcófagos:

Discurso del dios creador heliopolitano Ra.
Yo hice cuatro acciones dentro del portal del horizonte. Yo hice los cuatro vientos para que todo hombre pudiera respirar como su semejante en su momento... Yo hice la gran inundación para que el hombre pobre tuviera derechos sobre ella como el gran hombre... Yo hice a todo hombre como su semejante. Yo no les ordené hacer el mal, (pero) fueron sus corazones los que violaron lo que yo les había dicho... Yo hice que sus corazones cesaran de olvidar el Occidente, para que las ofrendas divinas pudieran ser entregadas a los dioses de los nomos... Yo traje a ser los cuatro dioses de mi sudor, mientras los hombres son las lágrimas de mi ojo.
Es conocido el papel del Ojo de Horus o Udyat como amuleto protector. Este amuleto potenciaba la vista y contrarrestaba los efectos del mal de ojo, protegiendo al difunto, que podía convertirse incluso en Udyat con la finalidad de conseguir el poder de inspirar miedo en otros, como en el siguiente encantamiento:

(Encantamiento) para llegar a ser el Fiero Ojo de Horus.
Yo soy el fiero Ojo de Horus, quien marchó terrible, Señora de la Matanza, abrumadora, quien heredó la llama de la luz solar, a quien Ra premió apareciendo en gloria, cuyos hijos Ra-Atum hizo perdurables. Lo que dice Ra sobre ella: poderoso es el miedo que inspiras, grande es el temor que provocas, poderoso es tu golpe, grande es tu magia sobre los cuerpos de tus enemigos, y aquellos que se burlan han caído sobre sus rostros gracias a ti...

Curiosidades de la Historia/ 3 - El lepero que pudo reinar

Author: Juan Nadie / Etiquetas:

    Y lo hizo. Solamente por un día, eso sí, pero en Inglaterra.

    Juan de Lepe era un marino de esta localidad onubense que se buscaba la vida. Y debía de ser un buen buscavidas. Hablamos de finales del siglo XV y de España, donde ya por entonces se estaba grabando a fuego en el ADN de los españoles la picaresca.
    No se sabe cómo, pero el pícaro de Juan fue a recalar un buen día a la corte de Enrique VII de Inglaterra y allí se convirtió enseguida en confidente, amigo, comensal y bufón del rey.
    Ocurría que al rey -que pasaba muchas horas en su castillo y se aburría- le apasionaba jugar a las cartas, pero tenía fama de costruño y sólo apostaba unas pocas monedas. Sin embargo un buen día, quién sabe por qué, se apostó con Juan de Lepe, en una partida a doble mano, las rentas que su reino producía en una jornada y el nombramiento simbólico durante ese día de Rey de Inglaterra. Enrique VII perdió la partida y el bueno de  Juan fue proclamado Rey. Desde entonces se le conoce como "El pequeño Rey de Inglaterra" (The Little King of England). El día de la proclamación se dio una gran fiesta en su nombre y Juan aprovechó la ocasión para llenarse los bolsillos.
    Tras la muerte de Enrique VII en 1509, el lepero, viéndolas venir,  decidió regresar a su casa antes de que Enrique VIII tomase cartas en el asunto. Ya en su pueblo natal, se dedicó a disfrutar de la vida y de su fortuna, pero también quiso ganarse la bendición divina -era un auténtico español- y donó parte de sus riquezas al Monasterio Franciscano de Lepe. Con una condición: cuando falleciese se debían grabar en su lápida, a modo de epitafio, sus hazañas. Y se hizo. Lo sabemos por la obra Origine Seraphicae Religionis (1583) del padre Francisco de Gonzaga:
    En la Iglesia de este convento (Ntra. Sra. de la Bella) aún se ve el sepulcro de cierto Juan de Lepe, nacido de baja estirpe del dicho pueblo de Lepe, el cual como fuese favorito de Enrique VII rey de Inglaterra con él comiese muchas veces y aun jugase, sucedió que cierto día ganó al rey las rentas y la jurisdicción de todo el reino por un día natural, de donde fue llamado por los ingleses el pequeño rey. Finalmente, bien provisto de riquezas y con permiso del Rey volvió a su patria nativa y allí después de haber vivido algunos años rodeado de todos los bienes y elegido su sepultura en esta iglesia, murió. Sus amigos y parientes grabaron esta historia en lugar de epitafio, la cual quise yo, aunque no parece a propósito de esta Historia, dejarla como un recuerdo de este lugar.

   La expresión "saber más que Lepe" se debe, según algunos, al lepero Juan, aunque la opinión más generalizada es que procede del obispo de Calahorra y la Calzada, Pedro de Lepe y Dorantes. Qué más da.

    En la localidad de Lepe hay una calle dedicada a Juan de Lepe justo al lado del Ayuntamiento, en la Plaza de España.