Los ramos de San Juan en el valle de Campoo

Author: Juan Nadie /

    Con los ramos de San Juan empieza la temporada de las rondas de mozos, que durará hasta San Miguel. A lo largo del larguísimo invierno campurriano todos, viejos y viejas, mozos y mozas, se holgaron en las hilas, donde a la par que hilaban y tejían, se hablaban y ponían de acuerdo los enamorados. Durante el verano, en noche plácidas de luna clara, lo mismo que en las más oscuras y tormentosas, se oyen a lo lejos los ecos de las canciones de la tierra. Es que, por los senderos del monte o por los caminos de la vega, pasan los mozos que van de ronda, que se paran a fumar junto a los pilones de la fuente, que espantan a los perros por las callejas, que entran en los corrales, que turban la rumia sosegada de las vacas y cantan a la moza de sus pensamientos. Pero todo esto tuvo su principio en que pusieron el ramo a la reja de las mozas, y se creen con derecho a que éstas les abran la puerta cuando llaman a ella pidiendo las natas.
    Creemos que los ramos y las hogueras de San Juan sean la misma cosa: la fiesta que los celtas celebraban hacia la mitad del verano, cuyas hogueras, pálido trasunto del calor y de la luz del sol, pedían fertilidad a la tierra madre. La Iglesia, en su afán de cristianizarlo todo, no pudo hacer más que cambiarle el nombre, porque el hecho sigue igual, y su significación también. Se ve el afán de cristianización en que los mozos enraman, en primer lugar, la puerta de la iglesia; y después, por orden riguroso, las ventanas de todas las mozas del lugar, cuidando mucho de que los ramos sean muy iguales o parecidos para que no haya el menor atisbo de preferencias. Si alguna moza se negó a dar el real la noche de las marzas, no extrañará que la dejen sin ramo. Ella tampoco dará las natas cuando se las pidan.
    Los mayos, las mayas y, en la toponimia, los Mayucos, tienen mucho que ver con los ramos de San Juan, y se enraíza en el culto que los celtas daban a los árboles. Dice Plinio: Los druidas afirman que no hay nada más sagrado que el muérdago y el árbol sobre el que tal planta crece, siempre que éste sea un roble. Los bosques sagrados de los druidas son los robledales, y no hay ceremonia completa sin que aparezcan las ramas de este árbol. Todo lo que crece sobre el tronco se juzga enviado de los cielos, lo que prueba que el dios ha elegido personalmente el árbol. ¿Tendrá algo que ver con este concepto del roble lo que, siendo yo joven, vi una vez en Salcedillo (Palencia)? Acababa de pasar la fiesta de San Juan y las ventanas de las mozas estaban enramadas, lo que no me extrañó, porque había visto ramos en todos los pueblos por donde había pasado. Pero noté que en unas ventanas los ramos eran de fresno, muy hermosos y atildados, y en otras de roble, toscos y desgarbados. Pregunté la razón de aquella desigualdad, y una vieja sarmentosa y acartonada me contestó: ¿No ves, tontuco, que a las que se le pone de roble es porque no tienen novio y lo desean? Yo enlazo esta contestación con la práctica que todavía se sigue de dar de comer muérdago a las vacas que pierden la cría para que limpien y empreñen, y saco como consecuencia que, con esta planta y el roble sobre el que se cría, se pide la gracia de la fecundidad, aunque los que practican este rito no sepan ya por qué lo hacen, y atribuyen al roble y al muérdago virtudes curativas que no tienen.
    También nos dice Plinio que los celtas, en sus fiestas, llevaban en procesión un árbol. Yo digo que ahora el que primero termina la recogida del heno en los prados, clava un ramo de roble o de fresno sobre la balumba del último carro que lleva al pajar; y que los maestros que acaban de levantar una casa ponen un ramo, cuanto más grande mejor, sobre el tejado.
    Con el culto que nuestros antepasados dieron a los árboles corre parejo el que dieron a las fuentes, a los pozos, a los ríos, etc. Por eso abundan tanto las fuentes conocidas con el nombre de fuente de la salud; muchas de ellas sin que tengan nada de medicinales; algunas, porque tienen algo de ferruginosas o de sulfurosas, o porque manan a una temperatura más alta de la corriente. También en las fuentes se nota el afán cristianizador de la Iglesia, pues, para borrar el regusto pagano de algunas denominaciones, se les pusieron nombres como Riega del ángelFuente de los pastoresFuente de las palomas, etc., etc.; y en sentido despectivo, cuando las fuentes eran de agua poco potable, se las llamó Fuente de los moros.

JOSÉ CALDERÓN ESCALADA, "EL DUENDE DE CAMPOO"