Ostracismo

Author: Juan Nadie /

Clístenes
Atenas, año 510 a.C.:
Hipias, hijo y sucesor del tirano Pisístrato, es derrocado con la ayuda de Esparta, siendo elegido para ocupar el máximo cargo político Clístenes, quien desde entonces es considerado padre de la democracia griega, es decir, de la Democracia. Procedente de una familia aristocrática, los Acmeónidas, Clístenes lleva a cabo una serie de reformas encaminadas a evitar la reaparición tanto de la tiranía como del régimen aristocrático. Reestructura las demarcaciones territoriales, las demos, divide el poder legislativo entre las diez tribus y establece la igualdad jurídica de todos los ciudadanos atenienses, independientemente de su condición económica o su origen. Otorga mayor importancia a aquellas instituciones de gobierno en las que participa un mayor número de ciudadanos: la Ekklesia (o Ecclesía) y la Bulé, formada por quinientos ciudadanos elegidos por sorteo que participan en las decisiones de gobierno.

Para garantizar la estabilidad de estas reformas y controlar cualquier exceso o práctica peligrosa para el bien común, crea la figura legal del ostracismo, que establece la pena de destierro para aquellos políticos que fueran encontrados culpables de abuso de poder. Una vez al año se reunía la Asamblea (Ekklesia) y planteaba la cuestión del ostracismo para algún dignatario al que se quisiese desterrar. Se votaba a mano alzada. Si el resultado era positivo, se convocaba una nueva votación pública dos meses más tarde. Esta votación tenía lugar en la colina del Cerámico, el barrio de los alfareros, situado al pie de la Acrópolis. Para ello se empleaban trozos de vasijas de barro desechadas por los alfareros por defectuosas llamados óstraca (plural) u ostracón (singular), por la similitud con la concha de las ostras.

Los ciudadanos grababan en los óstraca, con un objeto punzante, el nombre del que consideraban merecedor del castigo de destierro y expulsión de la vida pública. No era ninguna broma: los atenienses, como los romanos, tenían muy a gala y llevaban con orgullo su pertenencia a la ciudad. No existía mayor afrenta que ser considerado mal ciudadano. Para que la condena fuese efectiva se necesitaban 6.000 votos, aproximadamente los dos tercios del censo de ciudadanos (politat). Si se alcanzaba esa cifra, el condenado tenía que irse de Atenas en 10 días y permanecer en el destierro durante 10 años. Hay que decir que el exilio no era nunca permanente y la persona exiliada no perdía sus derechos como ciudadano y podía ser perdonado por una nueva votación de la Asamblea. La ley se puso en práctica por primera vez en el año 487 a.C. El primero en ser condenado fue Hiparco, más tarde Megacles V, luego Jantipo (padre de Pericles), y hacia 486 a.C., Arístides, por sus enfrentamientos sociales a favor de los campesinos. Se sabe que el último condenado fue el demagogo Hipérbolo, en el año 417 a.C. Pericles, hijo de Jantipo, ateniense - Museo Pío Clementino, El VaticanoA propósito de la condena de Arístides , cuenta Plutarco en sus Vidas Paralelas (Arístides, VII) la siguiente historia: Se estaba produciendo una votación en el Cerámico cuando un hombre del campo, que no sabía escribir (la inmensa mayoría de la población era analfabeta), le alcanzó un ostracón a Arístides, que casualmente estaba a su lado, y le encargó que escribiese "Arístides", y como éste se sorprendiese y le preguntase si le había hecho algún agravio, el buen hombre respondió: Ninguno, ni siquiera le conozco, pero ya estoy fastidiado de oír continuamente que le llaman "El Justo". Oído esto, Arístides escribió inmediatamente su nombre en la concha y se la devolvió al campesino... En el 480 a.C. regresó de su exilio en Egina al amparo de una amnistía general y participó en la batalla de Salamina.

Ostracón en el que puede leerse 'Themisthokles Neokleos'. Temístocles fue condenado al ostracismo en 471 a.C. Museo del Ágora Antigua, AtenasEl filósofo Aristóteles, por quien se sabe que también otros gobiernos democráticos, como los de Argos, Megara o Mileto, practicaban el ostracismo, justifica este tipo de medidas: Un punto igualmente importante en la democracia y en la oligarquía, en una palabra, en todo gobierno, es cuidar de que no surja en el Estado alguna superioridad desproporcionada... Porque el poder es corruptor y no todos los hombres son capaces de mantenerse puros en medio de la prosperidad... Es, sobre todo, por medio de las leyes como conviene evitar la formación de estas personalidades temibles, que se apoyan ya en la gran riqueza, ya en las fuerzas de un partido numeroso. Cuando no se ha podido impedir su formación, es preciso trabajar para que vayan a probar sus fuerzas al extranjero...

Si en este pobre país nuestro se implantase ahora mismo -y tal vez fuera conveniente- el ostracismo, nos íbamos a quedar más solos que la una.
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En La Guerra del Peloponeso, Tucidides pone en boca de Pericles esta reflexión, dentro del Discurso Fúnebre:
Instituciones políticas en la Atenas democrática
Nuestro régimen político es la democracia, y se llama así porque busca la utilidad del mayor número y no la ventaja de algunos. Todos somos iguales ante la ley, y cuando la república otorga honores lo hace para recompensar virtudes y no para consagrar el privilegio. Todos somos llamados a exponer nuestras opiniones sobre los asuntos públicos. Nuestra ciudad se halla abierta a todos los hombres; ninguna ley prohíbe en ella la entrada a los extranjeros, ni les priva de nuestras instituciones ni de nuestros espectáculos; nada hay en Atenas oculto, y se permite a todos que vean y aprendan en ella lo que bien les pareciere, sin esconderle ni aquellas cosas cuyo conocimiento pueden aprovechar nuestros enemigos, porque confiamos para vencer no en preparativos misteriosos, ni en ardides y estratagemas, sino en nuestro valor y en nuestra inteligencia. Tenemos el gusto de lo bello y cultivamos la filosofía, sin que eso debilite nuestro carácter. Si poseemos riquezas no es para guardarlas ociosas ni para envanecernos de su posesión, sino para emplearlas productivamente. Para nadie es vergonzoso entre nosotros confesar que es pobre; lo que sí es vergonzoso es no tratar de salir de la pobreza por medio del trabajo. Todos los ciudadanos, incluso los que se dedican a trabajos manuales, toman parte en la vida pública; y si hay alguno que se desinteresa de ella se le considera como hombre inútil e indigno de toda consideración. Examinamos detenidamente los negocios públicos porque no creemos que el razonamiento perjudique a la acción; lo que sí creemos perjudicial para la patria es no instruirnos previamente por el estudio de lo que debemos ejecutar. Esto hace que tengamos al mismo tiempo inteligencia para razonar los actos que debemos ejecutar y audacia para ejecutarlos, diferenciándonos así de los demás pueblos en que la ignorancia los vuelve audaces y la razón inactivos.